Paula
Sibilia en su libro “El hombre Postorgánico” nos muestra las
distintas concepciones de hombre a lo largo de la historia. Donde ejes como el
saber, el poder y la subjetividad crean una trama interesante, propia de
cada tiempo y espacio, así como también las inquietudes que se formularan en
cada época, combinación que lo ha ido determinando,
definiendo como tal. Y responden también a una forma, sea cualquiera de ellas,
el capitalismo el centro de esta imagen.
Actualmente
en la sociedad de información en la que vivimos, se generan crisis y cambios por
la fusión emergente, inminente entre hombre y tecnología, que cada vez más se
intentan alinear, ser compatibles. La tecnología que acerca, sortea distancias
y desarma viejas estructuras y permite anhelar cada vez más, por parte del
hombre, hacer uso de ellas para cada aspecto de la vida. Se habla de una
Postevolución que da lugar al hombre Postorgánico.
El análisis
de la autora supone un centro importante como son las relaciones socio-económicas y políticas en las que se
desarrollan estos procesos.
Con
la sociedad industrial, se formaban cuerpos disciplinados, dóciles y
útiles, figura fuerte asociada al trabajo y la producción. Lejos se estaba de
constituir al hombre más allá de un modo de alimentar a la producción
industrial y sujeto a un régimen de normalización del trabajo En
contraposición, actualmente, un nuevo régimen, el digital, forma cuerpos a
modo de sistemas de procesamiento de datos, códigos y bancos de datos, entre
otros Los mercados globales y su automatización ponen en jaque y hacen perder
lugar a la fuerza de trabajo de la era industrial. La virtualización del dinero
encuentra imponerse rápidamente y también se superpone el acceso por sobre la propiedad. El acceso a los servicios de
manera rápida y eficiente. Los términos marketing y consumo tienen su peso y se reconstruyen
permanentemente con nuevas herramientas tecnológicas. Es así como el
nuevo capitalismo muestra su presencia, fuerte, globalizada.
Ha surgido una nueva sociedad, un nuevo régimen de poder, saber y subjetividades.
Deleuze
vuelve a las herramientas de análisis que iniciara Foucault, y hace reaparecer
un nuevo mecanismo de dominación, ya no ese que tenía su origen en las
Instituciones normalizantes, sino el control ejercido sobre los espacios
abiertos y desde una modalidad digital. Un tipo de control rápido, ágil,
versátil, asociado al capitalismo postindustrial.
Las
identidades fijas y estables antes más definidas por caracteres propios de las
personas en la era industrial, son ahora más bien perfiles estandarizados, mediados
por los gustos, inclinaciones, preferencias que se exponen desde el nuevo
capitalismo y encuentran su espacio en quienes optan por ello. Más dependientes
de las ofertas del mercado, una especie de moda fulgurante que corre el peligro
de caer rápidamente y de hecho así ocurre. Cabe destacar que se han ido
perdiendo las nociones de masa
e individuo para dar paso a
la de consumidor. Ese
mismo que ahora aparece como un dato más de tantos en esta sociedad digital,
tecnológica y global. Modelo que moldea al hombre como su propio consumidor y
producto. Y se advierte el endeudamiento de ese hombre de hoy, para
precisamente, mantener las estrategias funcionando del capitalismo que hacen a
la finalidad del mismo: formar cuerpos y subjetividades que permanezcan de
manera constante, como consumidoras y satisfechos, mediadas por
operativos códigos de acceso a los servicios. Tal como un círculo vicioso que
no tiene ni principio ni fin.
Así,
el modo de ser y estar, de constituirnos como sujetos se ve afectada por las
transformaciones constantes e inevitables del “avance” tecnológico en el que
estamos inmersos. Y no es casual que esta tendencia a ser y vivir, pensado y, estratégicamente
diagramado e implementado, sea a partir de intenciones y objetividades del
encastre perfecto de los intereses socio económicos y políticos como también de
los pilares que sostienen ese “plan” desde los discursos, nos
lleven cada vez más a desconfigurarnos y
reconfigurarnos, a la búsqueda casi permanente de definirnos y redefinirnos
nuevamente como individuos, como hombres.
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