lunes, 25 de marzo de 2013

El Hombre Postorgánico


EL HOMBRE POSTORGÁNICO 


Paula Sibilia en su libro “El hombre Postorgánico” nos muestra las distintas concepciones de hombre a lo largo de la historia. Donde ejes como el saber, el poder y la subjetividad crean una trama interesante, propia  de cada tiempo y espacio, así como también las inquietudes que se formularan en  cada época, combinación  que lo ha ido  determinando, definiendo como tal. Y responden también a una forma, sea cualquiera de ellas, el capitalismo el centro de esta imagen.
Actualmente en la sociedad de información en la que vivimos, se generan crisis y cambios por la fusión emergente, inminente entre hombre y tecnología, que cada vez más se intentan alinear, ser compatibles. La tecnología que acerca, sortea distancias y desarma viejas estructuras y permite anhelar cada vez más, por parte del hombre, hacer uso de ellas para cada aspecto de la vida. Se habla de una Postevolución que da lugar al hombre Postorgánico.
El análisis de la autora supone un centro importante como son las relaciones  socio-económicas y políticas en las que se desarrollan estos procesos.
Con  la sociedad industrial, se formaban cuerpos disciplinados, dóciles y útiles, figura fuerte asociada al trabajo y la producción. Lejos se estaba de constituir al hombre más allá de un modo de alimentar a la producción industrial y sujeto a un régimen de normalización del trabajo En contraposición, actualmente, un nuevo régimen, el digital, forma cuerpos a modo de sistemas de procesamiento de datos, códigos y bancos de datos, entre otros Los mercados globales y su automatización ponen en jaque y hacen perder lugar a la fuerza de trabajo de la era industrial. La virtualización del dinero encuentra imponerse rápidamente y también se superpone el acceso por sobre la propiedad. El  acceso a los servicios de manera rápida y eficiente. Los términos marketing y consumo tienen su peso y se reconstruyen permanentemente con  nuevas herramientas tecnológicas. Es así como el nuevo capitalismo  muestra  su  presencia, fuerte, globalizada. Ha surgido una nueva sociedad, un nuevo régimen de poder, saber y subjetividades.
Deleuze vuelve a las herramientas de análisis que iniciara Foucault, y hace reaparecer un nuevo mecanismo de dominación, ya no ese que tenía su origen en las Instituciones normalizantes, sino el control ejercido sobre los espacios abiertos y desde una modalidad digital. Un tipo de control rápido, ágil, versátil, asociado al capitalismo postindustrial.
Las identidades fijas y estables antes más definidas por caracteres propios de las personas en la era industrial, son ahora más bien perfiles estandarizados, mediados por los gustos, inclinaciones, preferencias  que se exponen desde el nuevo capitalismo y encuentran su espacio en quienes optan por ello. Más dependientes de las ofertas del mercado, una especie de moda fulgurante que corre el peligro de caer rápidamente y de hecho así ocurre. Cabe destacar que se han ido perdiendo las nociones de masa e individuo para dar paso a la de consumidor. Ese mismo que ahora aparece como un dato más de tantos en esta sociedad digital, tecnológica y global. Modelo que moldea al hombre como su propio consumidor y producto. Y  se  advierte el endeudamiento de ese hombre de hoy, para precisamente, mantener las estrategias funcionando del capitalismo que hacen a la finalidad del mismo: formar cuerpos y subjetividades que permanezcan de manera  constante, como consumidoras y satisfechos, mediadas por operativos códigos de acceso a los servicios. Tal como un círculo vicioso que no tiene ni principio ni fin.
Así, el modo de ser y estar, de constituirnos como sujetos se ve afectada por las transformaciones constantes e inevitables del “avance” tecnológico en el que estamos inmersos. Y no es casual que esta tendencia a ser y vivir, pensado y, estratégicamente diagramado e implementado, sea a partir de intenciones y objetividades del encastre perfecto de los intereses socio económicos y políticos como también de los pilares  que sostienen  ese “plan” desde los discursos, nos lleven  cada vez más a desconfigurarnos y reconfigurarnos, a la búsqueda casi permanente de definirnos y redefinirnos nuevamente como individuos, como hombres.







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